lunes, 2 de agosto de 2010

Viaje a Bélgica; día 4 (II)

Después de otro trayecto en bus, llegamos a las inmediaciones de la fábrica Caracole, en la cual teníamos reservada mesa y menú para comer. Disfrutamos del paisaje mientras llegábamos, ya que está situada en un entorno privilegiado de naturaleza y tranquilidad.


Cuando llegamos, nos estaban esperando. Llegábamos tarde, pero entendieron que nuestra agenda era demasiado como para poder respetar los horarios previstos. Antes de sentarnos a la mesa, nos recreamos con el interior del comedor, una decoración sobria pero cuidada, hacía del lugar un sitio muy acogedor.


El primer plato fue una ensalada con vinagreta de Troublette, la cerveza de trigo de la cervecería.


De segundo, nos pusieron una carbonade hecha con Nostradamus...



Y de postre un plato de quesos variados,

entre ellos uno afinado con Forestinne, cerveza que pudimos probar allí mismo, de las manos de su creador.


Toda la comida estuvo regada con las cervezas propias de la casa, y también nos dieron a probar un par de Forestinnes, ya que uno de los cocineros, era el creador de esta otra cerveza, y no quiso perder la oportunidad de darnos a probar sus creaciones.


Con la tripa llena, y bien llena, nos dispusimos a visitar la cervecería con una Nostradamus en la mano, a ver si así facilitaba la digestión.

Entre risas y anécdotas, conocimos el proceso de elaboración de estas fantásticas cervezas, que tienen como particularidad su ebullición, que se hace en hornos de leña.


Para seguir fieles a nuestra tradición del viaje, tuvimos que salir casi corriendo para que el chófer del bus no se cabreara más de lo que estaba.

Últimas compras en la pequeña tienda de la Brasserie, y vuelta al bus que nos llevaría a Bruselas, donde pasaríamos nuestra última noche, la cual todavía nos depararía alguna sorpresa más...

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