jueves, 29 de julio de 2010

Viaje a Bélgica; día 4 (I)

Nos levantamos temprano para disfrutar del que sería nuestro último día de visitas. Un desayuno abundante para coger fuerzas y rápidamente al autobús, no había tiempo que perder, ya que cada minuto es oro en este país.
Nos dirigimos hacia la abadía de Val Dieu con especial ilusión, ya que, aparte de ser una de mis cervezas de abadía favoritas (sobre todo la Brune), íbamos a conocer una zona de Bélgica en la que aún no habíamos estado. Una zona "montañosa" y de paisajes verdes alucinantes.


LLegamos a la abadía y nos recibió el dueño de la cervecería, situada en una de las alas de la misma. Como todo en esta vida no es sólo cerveza, nos hizo un recorrido guiado por las dependencias del monasterio, aunque no pudimos ver la iglesia porque estaban dando misa.

Nos contó un poco la historia de aquellas antiguas paredes, y nos enseñó los recovecos más interesantes antes de pasar a ver la cervecería.


Tras una breve explicación del proceso, pasamos al bar donde recibe a las visitas, y degustamos de barril todas las cervezas que hacen, acompañadas de unas buenas tapitas de queso.

Espectacular la Grand Cru de barril, que ayudó a que nos lleváramos un grato sabor de boca de esta visita, no sólo por la cerveza, sino por el trato recibido por el dueño de la cervecería, que vino a hacernos la visita en Domingo, y por el entorno maravilloso en el que está situada esta abadía. Una pena que no tuviéramos más tiempo para dar un paseo por los alrededores. Sin duda, una visita recomendada para todo viajero que se acerque a Bélgica.


Era casi la hora de comer, y teníamos reservada una mesa en la que sería nuestra última visita guiada de este viaje.

viernes, 23 de julio de 2010

Viaje a Bélgica; día 3 (II)

Tras un rato en el autobús, con parada incluída en una estación de servicio, para comprar unas latas de Jupiler (debe de ser típico entre los belgas), llegamos a nuestro siguiente destino; Amberes. Nos dirigimos raudos a nuestro objetivo, pasando rapidamente por la plaza mayor de la ciudad, por decir que habíamos visto algo.

Como decía, nuestro objetivo no era una visita turística, sino una cervecería, llamada KULMINATOR. La rareza de este templo cervecero, es que venden cervezas antiguas (o como diría alguno, "caducadas").

Nos perdimos un rato en su carta, viendo atónitos, cómo estaba estructurada, según el año de elaboración de las diferentes cervezas... Después de un buen rato y algún que otro quebradero de cabeza, fuimos eligiendo las que más nos llamaban la atención, teniendo en cuenta las que se supone que maduran mejor. La amable señora nos fue acercando y poniendo encima de la mesa nuestra selección;
Una Chimay de 1982...

Stille Nacht de 1999, una de las mejores cervezas que he bebido ultimamente, aunque por desgracia, no se cuál es la diferencia con una del año, ya que todavía no he tenido oportunidad de probarla...

La última que probamos y que me sorprendió tremendamente, fue la Carolus de 1975, otra cerveza que entró directamente entre las mejores cervezas que he bebido a lo largo de mi vida.

Una foto de familia de las cervezas polvorientas que degustamos.

Se hacía tarde, y aunque nos hubiéramos quedado el resto del día probando toda la carta, había que volver a Bruselas. Un último vistazo a uno de los almacenes, y vuelta al autobús que nos llevaría de regreso a nuestra ciudad dormitorio.

LLegamos poco antes de la hora de la cena, así que decidimos ir a comer algo. Para terminar el día con buen pie, decidimos conocer el Hoppy Loft, otro paraíso que se encuentra en la parte de arriba del Delirium Café (de hecho es parte de él).

El primer vistazo a la carta nos hizo darnos cuenta de que no estábamos en cualquier sitio, así que después de mucho pensar, decidimos cuál sería nuestra despedida para aquel increíble día;

Aunque la cerveza estaba increíble, he de reconocer que no fue la mejor opción para aquel momento, ya que después de nuestro periplo cervecero de todo el día, la cabeza ya no estaba para estas cosas...

Decidimos que ya era hora de descansar, porque el siguiente día era otro reto para nuestras papilas gustativas.

lunes, 19 de julio de 2010

Viaje a Bélgica; día 3 (I)

Comenzamos la mañana dando un paseo en barca por los canales de la ciudad.


Aunque a priori pueda parecer una atracción turística más, he de decir que me sorprendió gratamente esta visita, ya que da la posibilidad de descubrir la "otra Brujas", desde un ángulo diferente al que la conocimos el día anterior, paseando por sus calles. Después del paseo acuático, visita obligada a la tienda cervecera más importante de la ciudad, aunque a estas alturas, pocas sorpresas nos depararían ya este tipo de tiendas para turistas...


Una Belgoo Maxus en la terraza-bar de la tienda, y vuelta al hotel, a coger el autobús que nos llevaría a la abadía de Sint Sixtus, conocida mundialmente por sus cervezas Westvleteren.

El trayecto en bus se hizo corto, ya que la ilusión por tomar la que para muchos es la mejor cerveza del mundo lo eclipsaba todo. LLegamos a la puerta de la abadía, la foto de rigor, y rápidamente nos dirigimos a la cafetería del monasterio.


La primera decepción fue que no quedaba cerveza para comprar en la tienda, por lo que, nos iríamos con las manos vacías. Así que, nos dirigimos a la terraza del establecimiento, y nos dispusimos a tomar unas cervezas, acompañadas de algo de paté y queso. Pedimos la Westvleteren 6 para empezar,


y como íbamos justos de tiempo, seguidamente pudimos disfrutar de la 12;



Las cervezas estaban excelentes. No sé si serán las mejores cervezas del mundo, pero desde luego, lo que no se puede negar es que están entre las mejores. Llegados a este punto, me veo en la obligación de desmitificar un poco todo lo que rodea a esta cerveza. Creo que se ha generado una expectación excesiva gracias a trucos marketineros como que la producción es muy pequeña y sólo se vende en la abadía (cosa que no es del todo cierta, ya que en Brujas pudimos encontrarlas en la carta de un conocido restaurante). La verdad es que no creo que vuelva nunca a este lugar, ya que la sensación que me dejó es la de que unos monjes bastante listos, se aprovechan demasiado del tirón de sus cervezas, que, en principio, no son más que un pequeño negocio para conseguir fondos para el monasterio. Me queda la satisfacción de esperar que la gente se harte de sus abusos (mal servicio, camareros con cara de vinagre y desagradables, precios excesivos...), y las cervezas pierdan el éxito desmesurado que han conseguido a base de aprovecharse de la buena voluntad cervecera de la gente.


Nos montamos en el autobús con una rara sensación de satisfacción por haber bebido estas cervezas y haber estado en una de las Mecas cerveceras de Bélgica, a la vez que sentíamos una pequeña decepción por todo lo que os he comentado. Aún así, aún nos quedaría la última sorpresa, ya que una de las compañeras viajeras, había conseguido camelar a uno de los camareros, para que nos vendiera unas cervezas para el camino. Cometimos una de las mayores aberraciones que se pueden hacer con esta cerveza; BEBERLA A MORRO!!! Pensándolo fríamente, creo que fue nuestra gran venganza contra esos monjes que se aprovecharon de nuestra afición por la cerveza.

Entre risas y sentimiento de culpabilidad por beber Westvleteren 12 de la forma que estamos hartos de decir que no hay que beber la cerveza artesanal, emprendimos el viaje hacia nuestra próxima parada del día; Amberes.