Nos dirigimos hacia la abadía de Val Dieu con especial ilusión, ya que, aparte de ser una de mis cervezas de abadía favoritas (sobre todo la Brune), íbamos a conocer una zona de Bélgica en la que aún no habíamos estado. Una zona "montañosa" y de paisajes verdes alucinantes.
LLegamos a la abadía y nos recibió el dueño de la cervecería, situada en una de las alas de la misma. Como todo en esta vida no es sólo cerveza, nos hizo un recorrido guiado por las dependencias del monasterio, aunque no pudimos ver la iglesia porque estaban dando misa.
Nos contó un poco la historia de aquellas antiguas paredes, y nos enseñó los recovecos más interesantes antes de pasar a ver la cervecería.
Tras una breve explicación del proceso, pasamos al bar donde recibe a las visitas, y degustamos de barril todas las cervezas que hacen, acompañadas de unas buenas tapitas de queso.
Espectacular la Grand Cru de barril, que ayudó a que nos lleváramos un grato sabor de boca de esta visita, no sólo por la cerveza, sino por el trato recibido por el dueño de la cervecería, que vino a hacernos la visita en Domingo, y por el entorno maravilloso en el que está situada esta abadía. Una pena que no tuviéramos más tiempo para dar un paseo por los alrededores. Sin duda, una visita recomendada para todo viajero que se acerque a Bélgica.
Era casi la hora de comer, y teníamos reservada una mesa en la que sería nuestra última visita guiada de este viaje.
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