domingo, 14 de agosto de 2011
Una visita a la corte del lúpulo (y II)
domingo, 7 de agosto de 2011
Una visita a la corte del lúpulo (I)
Comimos en el casco antiguo, y lo primero que nos sorprendió, fue que había Baias. Baias es una cerveza que ya conocíamos en su versión "normal", pero nos sorprendió que también existía una nueva, así que, nos pedimos las dos, una para reprobarla, y la otra para ver qué tal era. Luego descubrimos que la nueva, era una versión de la anterior, pero con cítricos. Las dos nos parecieron muy correctas, la verdad es que es una cerveza artesanal que no ha hecho mucho ruido (por ahora), pero que según pudimos ver, en Vitoria sí que se puede encontrar en varios establecimientos cerveceros.
Después de la primera toma de contacto, y con el estómago saciado, nos dirigimos tranquilamente hacía la calle Cantón de San Francisco 2. Sabíamos que todavía no era la hora, pero Vitoria la conocemos de sobra, y aunque merece la pena visitar el casco antiguo, el calor era sofocante y no nos apetecía dar vueltas y gastar energías a lo tonto.
Llegamos y, efectivamente, estaba cerrado. A primera vista, sorprende que tras esas persianas, sin cartel y sin ningún distintivo que anuncie nada, se pueda encontrar una cervecería de estas características. Ya sabíamos lo que nos esperaba dentro, así que, llamamos a la puerta, y como era de esperar, Javi estaba dentro y nos abrió enseguida. La simple visión del cartel que anuncia los doce grifos, casi nos hace olvidar nuestra educación, así que mientras iniciábamos los saludos y presentaciones pertinentes (con un ojo en el cartel y el otro fisgoneando el resto de la contrabarra, intentando identificar las cervezas que se exponen allí), empezamos a pensar en lo corta que se nos iba a hacer la tarde para probar todo aquello.
La decisión se presentaba difícil, pero no había tiempo que perder, así que decidimos empezar por cervezas que conocíamos en botella, pero que no habíamos probado en barril. La primera ronda fueron una Lupulus, una Anchor Porter, y una I Hardcore You de Brewdog con Mikkeler.
Mientras saciábamos nuestra sed, empezamos a mirar todo lo que había alrededor. El Kitsch es un bar que no es normal. Es un auténtico paraíso cervecero detrás de una barra. Algo de cartelería y merchandising, pero sobre todo, mucha botella, llena y vacía, fiel espejo de todo lo que pasa por esas cámaras. El que vaya buscando una cervecería bonita, recargada de detalles y cachivaches de toda clase (llenos de polvo, como suelen estar en los típicos pubs irlandeses), se llevará un chasco, pero a nosotros nos encanta. Aquí una pequeña muestra de lo que comento;
Como podéis ver, la colección de botellas y rarezas, solo encima de los grifos, ya es impresionante. La frase, sin comentarios. Una muestra del amor que tiene este bar por las Hopping Frog americanas (que más tarde probaríamos). En contrabarra, un pequeño Hall of fame, como lo llaman por ahí:
Con tanto detalle y tanta expectación, sin darnos cuenta, llegó la hora de probar otras cosas. La primera elección fue una Boffo, una Brown ale de 6,5%, de la cervecería Dark Horse, que nos dejó temblando. Espectacular.
Mientras el dicharachero barman nos explicaba la grandeza y proezas de esta cerveza, los otros nos decantamos por unas Yeti Expresso Oak Aged. Vaya cerveza, nos dieron ganas hasta de llorar de lo buena que estaba. La habíamos probado hace tiempo, en botella, en Bélgica y en otra situación, y en aquel entonces el entrenamiento del paladar era menor y no nos gustó mucho, pero esto fue otro cantar... El sabor a café, lo impregna todo.
Iba a ser difícil superar esto, pero quedaban grifos por probar, así que, después de un rato de degustación suprema, nos lanzamos a por lo siguiente. La elección fue una frikada marca de la casa, de las que Javi, su dueño, le gustan tanto, y bautizada como "Imperial Black IPA" (mitad I Hardcore You, mitad Yin Imperial Taiji), BRUTAL. Es curioso ver cómo, a pesar de echar la caña a distancia, no llegan a mezclarse las dos cervezas, y se mantienen separadas conforme la vas bebiendo.
Para seguir la ronda, y de paso, ir bajando el pistón, ya que se acercaba la hora de cenar, y habíamos decidido irnos a descansar nuestros paladares, pedimos una Punk IPA.
Después de más de 4 horas encerrados en este antro de perversión lupulera, decidimos ir a llenar con algo sólido nuestros estómagos, ya que las altas graduaciones de las cervezas, empezaban a hacer estragos en nuestra cabeza. Sabíamos que todavía nos quedaba cuerda para rato, y horas de sobra para emprender un segundo ataque, esta vez, a las neveras...