lunes, 14 de septiembre de 2009

ALGO SE MUEVE EN BARCELONA (IX)

Después de disfrutar del paisaje agrestre de Montferri, y todavía con los pensamientos en todo lo que habíamos visto, pusimos rumbo a Mataró, la última parada en nuestro viaje cervecero por tierras catalanas. Nos alojamos en uno de los dos hoteles que hay en este pequeño pueblo costero, comimos en el mismo hotel, y nos dimos un chapuzón en la fantástica piscina de nuestro alojamiento.El único fallo del hotel es que está lejos del núcleo urbano, y tuvimos que coger un taxi que nos costó 9€. Nos dolió un poco en el bolsillo, pero pensando en la tarde que íbamos a pasar, preferimos pagarlos a dejar de beber un par de cervezas.

LLegamos a nuestro destino, el Drunk Monk, hacia las 6 de la tarde. Estaba recién abierto, así que decidimos tomar la cerveza de la casa (una rubia de 6,2% bastante buena, y suave) en su terracita, tranquilamente, mientras disfrutábamos de una cálida tarde de Julio, y le echábamos un vistazo a la extensísima carta de cervezas, en la que, por suerte, encontramos un sinfín de marcas desconocidas para nosotros. Y es que éste es el principal aliciente de la que, seguramente sea la cervecería más de moda del panorama catalán, y en boca de muchos, la mejor cervecería especializada de España. Su dueño, Sven, ha sabido diferenciarse del resto, poniendo al alcance de todo el mundo cervezas poco comerciales, pero elegidas a dedo, sin tener en cuenta ni graduación, ni precio de venta, ni caducidad. Destacable también este último aspecto, ya que ha arriesgado, y mucho, al confeccionar una carta de cervezas Vintage, o como dirían otros, caducadas. Un concepto desconocido en España, pero extendido en Bélgica, de donde proceden la gran mayoría de las cervezas de la carta.
Después de disfrutar de la terraza, decidimos hacernos dueños temporales de una de las mesas de dentro, ya que poco a poco, iba llegando gente, y temíamos quedarnos sin un lugar apropiado en el que poder degustar las cervezas que íbamos a elegir más adelante. Mientras estudiábamos la decoración del local, decidimos pedir una caña de Chouffe Houblon (8% de amargor continuo), que conocíamos en botella, pero que nunca habíamos degustado de barril. Ésta es otra de las características del local, y es que, a parte de apostar por la cerveza de botellín, lo hace también con la de barril, disponiendo de 4 barriles itinerantes, en los que suele pinchar cervezas imposibles de encontrar por estos lares.
Seguimos nuestra cata particular con otra cerveza que ya habíamos visto en algún otro local, y que nos había quedado en el tintero. Pedimos unas Sierra Nevada Pale Ale (5,6%), de las que habíamos leído maravillas. La verdad es que nos decepcionó. Quizás esperábamos demasiado de ella, o simplemente no era el día, pero nos pareció una cerveza muy del montón, tirando a plana y aburrida.
Llegados a estas alturas, decidimos pedir consejo a Sven, al que previamente nos habíamos presentado, y con el que habíamos podido hablar un rato. Nos aconsejó la Struise Keralensis (6%), una cerveza de cerezas suave, que sólo se fabrica antes del festival Zythos. La cerveza no estaba mal, pero tampoco era lo que estábamos buscando.
Después llegó la Alvino Bourgogne oak aged (5,5%), que según nos contó el anfitrión, era una cerveza especial a la que después de añadírsele uvas, madura en barrica de borgoña. La cerveza es excelente, y empezábamos a ver que el viaje hasta Mataró había merecido la pena.
Siguiendo las instrucciones de Sven, pasamos a probar varias cervezas que nos recomendó encarecidamente, ya fuera por su rareza o por su exquisitez. La siguiente fue la Wostyntje (7,7%), una cerveza aderezada con mostaza. Puede sonar extraño, y lo es, pero la verdad es que a parte de curiosa, estaba buena.
Crecidos ante tal rareza, nos decidimos por la Bieken, una cerveza de 9%, que tenía miel añadida, pero que, en contra de la lógica, en vez de ser dulce, como otras muchas cervezas con miel, era amarga. Una vez más, los belgas nos demostraban que son unos maestros en esto de las cervezas aderezadas con ingredientes especiales.

Se acercaba la hora del cierre, y todavía nos quedaban muchas cervezas que degustar, pero esa noche iba a ser imposible. Nos lamentamos unos instantes de no tener esta cervecería cerca de nuestras casas, pero acto seguido, nos felicitamos por la misma razón, ya que para nuestros bolsillos, sería la perdición. Cogimos la carta por última vez, y elegimos la que iba a ser la última cerveza del viaje. El honor le correspondió a la Balthazar (9%), una cerveza negra especiada con coriandro, gengibre y cardamomo que a día de hoy todavía no he olvidado, y sigo fascinado ante su sabor.

Muy a nuestro pesar, pedimos la cuenta y nos despedimos de Sven y su camarera, que durante toda la tarde estuvo sirviéndonos tan amablemente. Llamamos a un taxi que nos llevó hasta nuestro hotel y dimos por finalizado este fantástico viaje, del que lo único que nos quedaba ya, era la vuelta a casa.

desde aquí nuevamente las gracias a Sven y su equipo por la acogida. Espero que sigáis así y que sigas cosechando muchos éxitos!! Volveremos algún día!!

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